domingo, 27 de abril de 2008

Visité las Cataratas


La pintura sobre otras artes cuenta con un artilugio que a veces la aproxima a la magia, la imagen de los santos, las apariciones extraterrestres o los sueños: es el misterio que se desprende de su inmovilidad.
Cara a los artistas del Renacimiento, la inmovilidad (hierática para los Antiguos, extática para los Simbolitas) era un acto reflejo de la perfección.
Si Dios allá arriba es perfecto, eso significa que es inmutable y que ningún accidente, ningún cambio, ninguna duda, podrán alterar su forma conclusa, condición de lo definitivo hecho desde y para siempre.
En la obra de Claudia Mazzucchelli sentimos que el concepto "Inmovilidad/Perfección" levanta la frente descarada de sus muchachas con el sentimiento de que esa perfección no es divina sino humana, lo que nos lleva al juego de las antítesis, de los contrarios, de la ironía y del humor.
La prolija agitación del Cielo donde yacen los arquetipos que son el modelo original de las cosas imperfectas que existen en la Tierra, es circular.
Las celestes criaturas que pinta Rafael están hechas a fuerza de círculos: las curvas en la ternura de esos cuerpos fijan la pauta que en principio todo aquello que es delicado es redondo concepto de feminidad que a lo largo de la historia del Arte irá cambiando como cambiará la representación y lugar del hombre en el orden del Universo cuya trascendencia más tarde ocupará un importantísimo lugar en el YO del artista contemporáneo.
En Visité las Cataratas hay todo esto: la noción de los Antiguos, la compostura del Renacimiento y la farsa del Barroco, como cuando los artistas románticos practicaban a conciencia el revival style repasando las escuelas del arte para nutrir con sus improntas una obra original.
Muchos artistas caben en el revival de Mazzucchelli: los hay los delicados de las primeras vanguardias que usaron el cubismo como adorno ( Gleizes, Tamara, André Lothe, Guttero) y que sin ser cubistas del todo igual rompieron la figura con cortes suaves ( Picasso, entonces, usaba el hacha) para ordenar con nuevos arquetipos otro Cielo, el del siglo XX.
Pero a diferencia de estos artistas, las pinturas de Mazzucchelli son metafísicas. Una metafísica que ya la encontramos en De Chirico, Berni o Antonio Donghi; es decir, la metafísica de la "Inmovilidad Perfecta" donde bañadas por la limpia luz del Mediterráneo las figuras levantan con cierto passéisme esthétique su peso de mole ( de piedra) que es el peso de una gran melancolía, y a la vez - y ésto diferencia a Claudia de sus predecesores- con una sensibilidad contemporánea conciente de sus citas y creadora de nuevos signos que podrían, en este caso, cambiar esas aguas mediterráneas por las del Río de la Plata y dotar a un teatro de barro y barbarie ( como puede verse en la historia argentina) los aspectos de una Grecia inquietante ( las chicas de Claudia son Musas Inquietantes) que controla la situación con equilibrios raros, donde el humor juega el rol de mediador entre la ironía y la creencia inocente en las virtudes de la pintura.
En Visité las Cataratas vemos aplicados esos principios: por empezar, todos sabemos que las Cataratas del Iguazú son emblema de un "Monumento Nacional" por la grandiosa y espectacular caída de sus aguas. En la pintura las cataratas fueron reducidas a una miniatura que se enrula a los pies del personaje principal como si fuese un pequeño friso de arquitectura Art Déco.
La cataratitas caen a los pies del personaje él si monumental.
Se pide de las Américas lo grandioso: grandes escenas naturales y vastos espacios desencandenan la furia elemental de fuerzas que hacen al orgullo de los nativos.
La naturaleza como modelo y source de vérité inspiró - o purificó- a muchos artistas que buscaban la verdad en su pureza y proporciones. Gauguin la buscaba en las islas y en el espíritu religioso de indios y paisanos.
En el Muralismo Mexicano(cuya tipología bien vale más de un personaje de Claudia) la naturaleza forma parte de una esencia primera donde el indio es protagonista en un mundo sagrado que la aparición de la Historia desviará de su curso trayendo consigo la injusticia y el dolor.
En Visité las Cataratas esa esencia primera es más que nada un chiste que se burla de esos mitos, revierte el sentido del realismo y lo utiliza a "una escala menor" liberándonos de la solemnidad moral de los grandes ideales y reubicándonos a un nivel íntimo, personal, donde la pintora se cuenta a sí misma sin temer la parodia y las citas de los grandes momentos de la Historia del Arte.
Jugando al diario de viajes, el relato autobiográfico y la redacción escolar, Mazzucchelli nos ofrece un "personaje-autorretrato" que nos cuenta sus aventuras inmóviles.
El personaje posa delante de rocas prestadas a Giotto y, colgada de una rama argentina, nos mira con descaro y nos dice: "Hoy visité las Cataratas".
¿Hablaríamos entonces de una autobiografía ilustrada? Mejor digamos "Autoficción" lo que permite involucrar su estilo realista en un universo ficcional con la pericia técnica de un artista clásico, haciendo de la naturaleza un espacio de misterio para contar "con mentiras" la realidad de su vida.
La autoficción permite a Mazzucchelli la creación de un "personaje que hace de Claudia" como si fuese su doble en pintura: su rol, es un rol de efigie donde los decorados circulan aludiendo a una vida en friso o a una mitología personal.
El personaje prospera, se multiplica: de su núcleo central ( de "La Claudia central") irradia el prototipo físico que impregnará toda la obra haciendo que las mujeres de cada cuadro sean un poco hijas, hermanas y madres de sí mismas.
Cuando un rostro deja de ser la particularidad de un retrato y se convierte en prototipo ( la obra de Boticelli sería un buen ejemplo) ese rostro deviene la marca de estilo de la obra y es el recipiente que sirve de soporte a las ideas y conceptos de su creador.
Así, cada decorado, cada título, y la marca de estilo, sirven para desarrollar el concepto de autoficción. Una vez en las cataratas, otra en un huerto, después en el mar etc.
En Mujeres en el mar como en su ancestro "Jeunes filles au borde de la mer" de Puvis de Chavannes, hay un juego de equilibrios entre lo ligero y lo pesado gracias a una preponderancia de lo anecdótico.
Las mujeres que podrían ser rocas o cariátides sostienen con gracia y abandono sus cabelleras; en Mujeres en el mar hay viento, nubes, es un día de playa: la pintura metafísica expone a lo trascendente la fragilidad de los accidentes cotidianos porque la eternidad está hecha de detalles menudos.
Son justamente los detalles los que confieren esa fragilidad de viento a la estructura sólida de la composición y al peso de las figuras.
Los vestidos, los estampados, las cabelleras, los collares, son los atributos de una feminidad que como las notas musicales y los pequeños acentos de ritmo de una frase permiten oscilar el relato autobiográfico del estado contemplativo a una referencia cotidiana que presta a la obra un vestuario prêt à porter adaptado a las exigencias de cada decorado.
En pinturas como El Collar o en Mujeres y huevos y La huerta el misterio alterna con la anécdota los avatares de la biografía ilustrada.
Hay algo bélico, o mejor dicho, guerrero, en la pose de estas mujeres.
De golpe, los personajes de Mazzucchelli, de la misma manera que pueden sostener un huevo o agarrarse a una rama, también pueden ejercer un palo y hacer que los objetos fáciles a la vida cotidiana aludan a sus dobles oscuros y transformarse en armas de las que podrían saltar los seres que se agazapan en sus poses tranquilas.
La alternancia de esos objetos ( y su ambivalencia) completan la poética de un Jardín donde Eva se multiplica y Adán, discreto, se incorpora al aura que corona a esa diosa de múltiples brazos, esa mujer que es varias, y que ganan una edad sin tiempo ( son jóvenes) entronando a una sola mujer: La Juventud.
Gauguin buscaba en las islas algo que la civilización occidental había robado al hombre, tal vez un simple acto de fe y comunión con las cosas que nos rodean.
Tal vez en el imaginario occidental, las islas, son el único lugar donde esta utopía es posible.
"Do not wait for life to be picturesque, but try and see life under picturesque conditions" dice Oscar Wilde. El arte de América del Sur usa a menudo la figuración para contar la vida under picturesque conditions. Y la obra de Mazzucchelli no es una excepción: porque no sólo con sus figuras nos remite a la nostalgia de las primeras vanguardias modernas y nos dice que el Big Bang del óleo está en el Primer Renacimiento ( lo que sería reducir su trabajo a un ejercicio escolar) sino que nos cuenta con su glosario personal que la utopía es posible y que esas chicas del Arte que son sus chicas pueden levantar una vida - un chiste- con el cuidado más simple: regar un jardín, señalar una nube, o sentarse y mirarnos desde ese extraño relieve que les presta la inmovilidad del óleo.